jueves, 14 de enero de 2010

Arte, pueblo y revolución

Hay una fabula que cuenta la historia de un campesino. Este campesino trabajaba de sol a sol, todos los días de su vida. Cerca del río tenía una choza hecha con cañas. La única paga que recibía por su trabajo era una manzana que los mediodías venía flotando en el río, por orden de Dios. Un día el campesino se quejó y Dios le envió un ángel como emisario. El ángel bajó por el río con él, y llegaron a una choza muy pequeña en la que vivía otro campesino que como él trabajaba de sol a sol, todos los días, y que como paga a su trabajo recibía las cáscaras de manzana que él arrogaba cada tarde.

O sea que el ángel le enseñaba al campesino que no debía protestar porque siempre hay alguien que está peor que nosotros. Luego de dar su lección el ángel se fue río arriba. (A esta fabula le debemos agregar que al irse el ángel se reunió con los demás ángeles desde cuya mesa harta de manjares cada mañana caía un manzana al río; arriba de los ángeles estaba Dios de cuya mesa caían banquetes…)


Esta fabula la narra Augusto Boal en su libro “Técnicas latinoamericanas de teatro popular”. En ese libro el autor hace una clasificación de las distintas propuestas teatrales, pero teniendo en cuanta su relación con el pueblo, o con lo popular, en dos dimensiones de análisis ¿quién es el sujeto, es decir, desde qué perspectiva se gesta el hecho teatral, y quién es el destinatario del mismo? Considero que este mismo análisis es aplicable a todas las expresiones artísticas no sólo las teatrales, y con esta dimensión tomaré las categorías abordadas.


La primera categoría es la de un arte popular del pueblo y para el pueblo. El hecho artístico se gesta desde la perspectiva transformadora del pueblo, quien es también su destinatario. Obras teatrales representadas en sindicatos o carpas barriales, murales pintados en las paredes de los barrios, cantautores cantando en un comedor, y expresiones así entrarían en esta categoría, siempre y cuando su temática sea popular, que se divide a su vez en dos grandes tipos: a) arte popular de propaganda, b) arte popular didáctico.


  1. No importa tanto su calidad, sino su eficacia. Es una repuesta artística que nace de una determinada coyuntura, como respuesta a ella. Una obra escrita ante un determinado suceso y representada al día siguiente, un grupo de artistas plásticos que salen a hacer pintadas; poemas y canciones, también como repuesta inmediata, y que son dados a conocer o representados, en sectores populares.

  2. Trata temas más abstractos, no tan urgentes. Su finalidad es incitar a la reflexión sobre un determinado tema y no generar un clima de agitación como el arte popular de propaganda.


La segunda categoría es la de un arte con una perspectiva transformadora popular, cuya sujeto es el pueblo, pero su destinatario no es el pueblo. Entrarían en esta categoría, por ejemplo, las obras de Brecht representadas en una sala teatral, o las pinturas de León Ferrari expuestas en un museo, un disco de Víctor Jara, etc. Si bien quien “consume” estas expresiones no es el pueblo, este tipo de arte es sumamente necesario. El público mayoritario de este arte tampoco es la burguesía, es esa gran capa intermedia que sueña con los supuestos lujos burgueses, pero que su realidad concreta, material, está más cerca del pueblo. Este tipo de arte sirve o puede servir para “concientizar” a ese sector de la sociedad. Aunque también corre el riesgo de ser atrapado por el sistema y vaciado de contenido.


La tercera categoría que presenta Boal es la de un arte con perspectiva anti-popular y cuyo destinatario es el pueblo. Es la única patrocinada por las clases dominantes. No tiene nada de realmente popular, salvo la apariencia. Incluye absolutamente a todas la telenovelas, la mayor parte de las películas made in Hollywood, o que imitan a Hollywood, las obras de la calle Corrientes, o de La Fabrica de nuestra ciudad, las pintores de galería y happening idiotas, en definitiva casi todas las expresiones artísticas que se realizan, aún las que se maquillan como dijimos de populares, usando sus medios de producción (no se es popular por cantar folclore, o murga, o hacer sainetes, simplemente). Todas expresiones desesperadas que como huérfanas buscan los brazos maternos de algún subsidio, o artilugios por el estilo, que se convierten en la finalidad única. Este tipo de arte, como la fabula del comienzo, invita a la resignación del pueblo, les dice a las mujeres que su lugar es la casa, a los obreros que deben ser tranquilos, que la familia es lo más importante, que los ricos son infelices, y los pobres en su pobreza son dignos y deben ser mansos, etc.


Existe una cuarta categoría, en la que el pueblo deja su papel de mero consumidor, para transformarse en hacedor. Si en la primera categoría el hecho artístico es presentado con la perspectiva del pueblo, y para el propio pueblo; en la segunda con la perspectiva del pueblo, pero para otro destinatario; y la tercera lo considera al pueblo como destinatario, pero lo hace desde una perspectiva contraria a sus intereses, para reflejar la ideología de las clases dominantes, en esta cuarta categoría la obra es hecha por el pueblo y para sí mismo. Aquí se insertarían las expresiones y metodologías teatrales del propio Boal, el Teatro Comunitario y la Murga, la pintura primitivista y el mural colectivo, etc.


Como en toda taxonomía, sin dudas, Boal cae en generalizaciones. Pero es, sin embargo, una buena herramienta para posicionarse como espectador critico ante un hecho artístico, y sobre todo para aquellos que buscamos hacer algo con el arte, en cualquiera de sus expresiones, que en definitiva no son más que una con distinta aromatización, sin arrodillarse en conformismos, ni volarse en delirios, es también un buen parámetro para sondearse un poco el alma y las ideas. Los artistas no escapamos a este formateo señalado en la tercera categoría, y se nos ha hecho creer en sueños tan estúpidos como la casa blanca y el auto cero Km, pero aplicados a nuestra especificidad. Todas, o casi todas las bandas que ensayan en un garaje sueñan con el llamado de una disquera, la mayoría de los pintores se enamoran de las frías catacumbas de los museos, los poetas ruegan por editoriales, las pibas y pibes que ensayan escenas de Euguen Ionnesco o Copy, y no conocen a Carlos Alsina o a Tato Pavloski, ambicionan actuar en el off de corrientes, y se marchan a Buenos Aires a ser meseros. Cada uno sabrá dónde está parado y dónde quiere pararse. Cada uno sabrá qué es lo que quiere generar con su arte. Pero no podemos olvidar nunca que el arte es una herramienta política. Que sea de dominación o de liberación depende del uso que hagamos de ella. No somos ilusos. Sabemos que el arte por si sólo no hará la revolución. Pero no somos necios. Sabemos que la revolución es imposible sin el arte.





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